Aviso de derrumbe Byung-Chul-Han

«Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; lo igual no duele»Aviso de derrumbe Byung-Chul-Han


miércoles, 11 de noviembre de 2020

TEMA 2 EPÌSTEMOLOGÍA KANT

 







KANT  El análisis del conocimiento en la Crítica de la Razón Pura 

La revolución copernicana de Kant

Si la necesidad y universalidad de nuestros conocimientos no puede proceder de la experiencia, el conocimiento no podrá explicarse como una adecuación del espíritu, del sujeto, a los objetos, tal como habían supuesto los filósofos hasta entonces. Por el contrario, hemos de suponer que son los objetos quienes tienen que adecuarse a nuestro conocimiento. En esta inversión del papel que juegan el sujeto y el objeto en el conocimiento radica la llamada "revolución copernicana" de Kant . El entendimiento no es una facultad pasiva, que se limite a recoger los datos procedentes de los objetos, sino que es pura actividad, configuradora de la realidad.

Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaban en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de Copérnico. Este, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en reposo.

Si el entendimiento está sometido a ciertas categorías que determinan a los objetos, entonces podemos saber a priori que no ocurrirá nada en el campo de la experiencia humana que no esté sometido a tales categorías. En consecuencia, el sujeto adquiere un papel configurador de la realidad, en lugar de ser el mero receptor pasivo de una supuesta realidad objetiva a la que se debe someter.

¿Cuáles son las condiciones que posibilitan la determinación de los objetos por el sujeto? Kant las estudiará en la Estética Trascendental y en la Analítica Trascendental.

1.- La sensibilidad y el entendimiento.

A diferencia de lo que habían afirmado los racionalistas y los empiristas, quienes concebían una sola fuente del conocimiento, la razón o la experiencia, respectivamente, para Kant el conocimiento es el resultado de la colaboración entre ambas: por la sensibilidad recibimos los objetos, por el entendimiento los pensamos.

Los objetos nos vienen, pues, dados mediante la sensibilidad y ella es la única que nos suministra intuiciones. Por medio del entendimiento, los objetos son, en cambio, pensados y de él proceden los conceptos.

Ahora bien, como veremos a continuación, Kant a afirmará que existen tanto en la sensibilidad como en el entendimiento unas formas trascendentales, que no dependen de la experiencia, y que son a priori, por lo tanto, que actuarán como un "molde" al que se tienen que someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el entendimiento. En consecuencia, tanto la sensibilidad como el entendimiento adquieren, aunque a distinto nivel, un papel configurador de la realidad.

2.- La sensibilidad. (Estética Trascendental).

Por sensibilidad entiende Kant la capacidad de recibir representaciones, al ser el sujeto afectado por los objetos. Esta capacidad es meramente receptiva.

El modo mediante el cual el conocimiento se refiere inmediatamente a un objeto es llamado por Kant intuición; y el efecto que produce un objeto sobre nuestra capacidad de representación sensible es llamado por Kant sensación; en el caso, pues, de la sensibilidad, esa referencia inmediata a un objeto es llamada intuición sensible o empírica. Y el objeto indeterminado de una intuición empírica, lo que supuestamente la causa, es llamado fenómeno.

En el fenómeno podemos distinguir una materia y una forma. La materia del fenómeno es lo que dentro del mismo corresponde a la sensación. Y la forma "aquello que hace que lo diverso del mismo pueda ser ordenado en ciertas relaciones". Con esto Kant nos quiere decir que las sensaciones no pueden ser ordenadas por algo que sea, a su vez una sensación: y si la materia de la sensación procede de la experiencia, es a posteriori , lo que ordena las sensaciones, la forma, ha de ser algo distinto, por lo que no puede proceder de la experiencia, y ha de ser, por lo tanto, a priori.

Ahora bien, si analizamos el contenido de cualquier conocimiento, despojándolo de todo elemento procedente del entendimiento, a fin de quedarnos sólo con el conocimiento sensible; y una vez hecho esto analizamos ese conocimiento sensible, despojándolo de todo elemento perteneciente a la sensación, nos quedaremos sólo con la forma del conocimiento sensible. Tendremos entonces la forma pura de la sensibilidad.

En el caso de los objetos que nos representamos como exteriores a nosotros, como una mesa o una casa, por ejemplo, podemos prescindir de cualquier representación sensible (tamaño, forma, color) pero no podemos prescindir de representárnoslo como algo en el espacio. De modo similar, por lo que respecta a la intuición de los estados internos del sujeto podemos prescindir de todas sus características excepto de representárnoslos en relaciones de tiempo. ¿Qué son el espacio y el tiempo?

El espacio no puede ser una cosa, ya que las cosas existen en el espacio; si lo consideramos como una cosa tendríamos que concebir otro espacio que lo contuviese, y así indefinidamente, lo que resulta absurdo. El espacio tampoco puede ser un concepto empírico, dado que para representarme un objeto debo presuponer de antemano el espacio; por lo tanto, el espacio no puede proceder de la experiencia, sino que la precede. Si no procede de la experiencia ha de ser una representación a priori, independiente de la experiencia.

Tampoco puede ser un concepto discursivo, ya que es único: no hay una multiplicidad de espacios que puedan ser representados mediante un concepto, del mismo modo que representamos la multiplicidad de mesas bajo el concepto mesa. Si no es una cosa, ni un concepto empírico ni discursivo, el espacio sólo puede ser una intuición pura, una forma a priori de la sensibilidad, una condición de posibilidad de los fenómenos, la de todos los fenómenos de los sentidos externos.

Lo mismo ocurre con el tiempo: no puede ser un concepto empírico ni discursivo, y precede a toda experiencia del sentido interno, por lo que ha de ser necesariamente una intuición pura y a priori, la condición de posibilidad de todas las representaciones que se pueden dar en el sentido interno.

Espacio y tiempo son, pues, formas puras a priori de la sensibilidad. Con la afirmación de que son formas puras, intuiciones puras, Kant quiere decir que no son conceptos y que no tienen ningún contenido empírico. Con la afirmación de que son a priori quiere decir que son independientes de la experiencia y que, en cierto sentido, la preceden, la hacen posible. Son las condiciones trascendentales de la sensibilidad.

Estamos en condiciones, pues, de explicar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en matemáticas. Las matemáticas, nos dice Kant, tratan de las determinaciones del espacio y del tiempo, en la geometría y en la aritmética, respectivamente. Lo que hace la geometría es analizar las propiedades del espacio, que es lo que hace la aritmética con respecto al tiempo. Ahora bien, dado que el espacio y el tiempo son las condiciones en las que ha de darse todo fenómeno, las propiedades del espacio y del tiempo han de transmitirse necesariamente a todo fenómeno que pueda darse en ellos, (del mismo modo que el molde de la magdalena imprime su forma a la masa vertida en él, utilizando una burda comparación).

De este modo, todos los conocimientos de las matemáticas han de ser universales y necesarios, puesto que todos los fenómenos han de darse necesariamente en el espacio y en el tiempo. De esta forma son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas, es decir juicios que aumentan mi conocimiento y que sin embargo son independientes de la experiencia y, por ello, universales y necesarios.

3.- El Entendimiento. (La analítica trascendental).

Como hemos visto anteriormente, la sensibilidad es la fuente de todas nuestras intuiciones. Si prescindimos de la sensibilidad, dice Kant, no podemos tener intuición alguna. El entendimiento no es una facultad que nos permita intuir, es decir, establecer una relación directa con un objeto; y dado que no hay otra forma de conocer, fuera de la intuición, que la conceptual, resulta que el entendimiento es un conocimiento conceptual, discursivo. La sensibilidad suministra las intuiciones del conocimiento; el entendimiento suministrará los conceptos.

Las intuiciones sensibles, si no son pensadas a través de un concepto, (subsumidas en un concepto, dice Kant), no nos ofrecerían conocimiento alguno: equivaldrían a un torrente inconexo de sensaciones. Los conceptos, por su parte, si no se remiten a una intuición sensible, nos ofrecerían un conocimiento vacío de contenidos. "Las intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos".

El entendimiento es la facultad de pensar y, como tal, pura actividad, frente a la receptividad de la sensibilidad. Esa actividad se identifica con la formación de conceptos, es decir, con la creación de formas bajo las cuales se pueden ordenar diversas representaciones bajo una sola común a todas ellas. Así, mientras que la sensibilidad suministra las intuiciones sensibles, el entendimiento piensa bajo conceptos esas intuiciones, unificando bajo el concepto la diversidad ofrecida por la sensibilidad. Cuando decimos que esto es una casa, o una mesa, lo que ocurre es que bajo el concepto "casa" o "mesa" el entendimiento ha unificado una pluralidad de elementos procedentes de la sensibilidad bajo dichos conceptos, y esa conjunción de los elementos sensibles y los conceptuales es lo que produce el conocimiento.Si realizamos con el entendimiento la misma operación que hemos realizado con la sensibilidad, es decir, separar la materia de la forma, podremos distinguir dos tipos de conceptos: los conceptos empíricos y los conceptos puros o categorías. Los primeros son el resultado de generalizaciones tomadas de la experiencia, como los ya citados de "casa" o "mesa". Los segundos no dependen en absoluto de la experiencia: son a priori, y son puestos directamente por el entendimiento, al modo del espacio y el tiempo en la sensibilidad. Son las estructuras a partir de las cuales se generan los conceptos empíricos y podemos, por lo tanto, formular juicios.¿Cómo podremos determinar cuáles son esas categorías o conceptos puros del entendimiento?. Pensar equivale a formular juicios, por lo que todos los actos del entendimiento pueden ser, pues, reducidos a juicios. Ahora bien, si determinamos cuáles son las formas del juicio, podremos identificar cuáles son las funciones de unidad que operan en los mismos, que no serán otras que las categorías. A esta operación la llamará Kant deducción trascendental de las categorías.Kant, siguiendo la lógica aristotélica, pero haciendo abstracción del contenido de un juicio y atendiendo tan sólo a su forma, cree que todos los juicios pueden reducirse a los cuatro tipos siguientes, cada uno con tres posibilidades:

Atendiendo a la cantidad: universales, particulares y singulares.
Atendiendo a la cualidad: afirmativos, negativos e infinitos.
Atendiendo a la relación: categóricos, hipotéticos y disyuntivos.
Atendiendo a la modalidad: problemáticos, asertóricos y apodícticos.

Si las categorías representan funciones a priori o trascendentales de unidad en los juicios, a cada forma de juicio ha de corresponderle una categoría, estableciendo Kant la siguiente correspondencia:

Correspondencia entre las funciones de unidad, las clases de juicios y las categorías

 En función de la: 

 Clases de Juicios 

 Tabla de las Categorías 

Cantidad

Universales

Unidad

Particulares

Pluralidad

Singulares

Totalidad

Cualidad

Afirmativos

Relación

Negativos

Negación

Infinitos

Limitación

Relación

Categóricos

Inherencia y subsistencia (sustancia y accidente)

Hipotéticos

Causalidad y dependencia (causa y efecto)

Disyuntivos

Comunidad (acción recíproca)

Modalidad

Problemáticos

Posibilidad - imposibilidad

Asertóricos

Existencia - no existencia

Apodícticos

Necesidad - contingencia

Hay, pues, doce categorías que corresponden a otras tantas formas de juicio. Tales categorías, en la medida en que son las formas a priori o trascendentales del entendimiento, los "moldes" a través de los cuales se forman los conceptos empíricos, sólo tienen validez aplicadas a las intuiciones suministrados por la sensibilidad.

En sí mismas no proporcionan ningún conocimiento, sino simplemente la forma trascendental, a priori, de todo conocimiento. Si el entendimiento limitase su acción a la producción de conceptos a partir de las categorías, sin aplicar esos conceptos a los contenidos que suministra la sensibilidad, tales conceptos estarían vacíos y no nos proporcionarían ningún conocimiento.

Pero, además, eso supone que no hay posibilidad de conocer ningún objeto si no se somete a la acción de las categorías, por lo que, del mismo modo que la sensibilidad impone al objeto las estructuras trascendentales del espacio y el tiempo, el entendimiento impone al objeto las formas trascendentales del entendimiento o categorías. En consecuencia, no podremos conocer nunca los objetos tal como son en sí mismos, es decir, como noúmenos, sino solamente tal como se presentan a nosotros a través de esas estructuras trascendentales de la sensibilidad y del entendimiento es decir, como fenómenos.

Estamos ahora en condiciones, pues, de comprender cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las ciencias naturales. Recordemos el ejemplo que nos ponía Kant: "todo cambio ha de tener una causa". Es un juicio sintético, ya que la noción de cambio no incluye la de causa; y es un juicio a priori, independiente de la experiencia, y por lo tanto universal y necesario, porque se funda en la categoría de causalidad y dependencia (causa y efecto).

Dado que las categorías unifican en última instancia toda la diversidad de la realidad "fenoménica", no hay nada en ella que no dependa directamente de las categorías. Cuando descubrimos en la realidad una ley o una regla universal buscamos en esa realidad su causa, sin darnos cuenta de que esa regularidad se encuentra en la realidad porque la hemos puesto nosotros, al configurar la realidad a través de las categorías.

 

La posibilidad de la metafísica. (La dialéctica trascendental).

Hemos visto que las matemáticas y la física pueda formular juicios sintéticos a priori y, por ello, alcanzar un conocimiento universal y necesario, un conocimiento científico. ¿Puede la metafísica formular tales tipos de juicios sintéticos a priori, y llegar a ser, por ello, una ciencia? En la dialéctica trascendental Kant, a la luz de los resultados obtenidos, analizará esta cuestión, estudiando las características de la razón que, en su actividad pura, es la que pretende alcanzar tal conocimiento.

Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de éstos al entendimiento y termina en la razón. No hay en nosotros nada superior a ésta para elaborar la materia de la intuición y someterla a la suprema unidad de pensar.

El entendimiento es la capacidad de juzgar, es decir, de atribuir un predicado a un sujeto mediante la formulación de un juicio. Tomando como referencia las formas del juicio Kant dedujo las doce categorías o formas trascendentales a priori del entendimiento. La razón es la capacidad suprema de pensar y como tal elabora razonamientos, es decir, inferencias o silogismos relacionando juicios. Si analizamos las formas del silogismo podremos deducir los conceptos a priori de la razón:

La forma de los juicios (convertida en un concepto de la síntesis de las intuiciones) originó categorías que dirigen todo uso de entendimiento en la experiencia. Igualmente, podemos esperar que, si aplicamos la forma de los silogismos a la unidad sintética de las intuiciones, bajo la guía de las categorías, tal forma contendrá el origen de especiales conceptos a priori que podemos denominar conceptos puros de la razón o ideas trascendentales, las cuales determinarán, de acuerdo con principios, el uso de entendimiento en la experiencia tomado en su conjunto.

El razonamiento consiste, pues, en enlazar juicios mediante la formulación de silogismos. Con estos silogismos la razón busca la construcción de juicios cada vez más generales, en busca de principios o leyes que abarquen el mayor número posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos bajo los cuales se pueda comprender toda la realidad es llamada por Kant la búsqueda de lo incondicionado, ya que se supone que ese principio último es la condición de todos los fenómenos y, a su vez, no depende de ninguna otra causa, es decir, de ninguna otra condición. A estos conceptos puros a priori de la razón, les llamará Kant ideas trascendentales.

Analizando, pues, las formas de los silogismos, concluye que hay tres ideas trascendentales: alma, mundo y Dios. Mediante la idea de alma, dice Kant, unificamos todos los fenómenos del psiquismo; es la condición incondicionada de todos los fenómenos psíquicos (es decir , todos los fenómenos que tienen lugar en mi psiquismo han de ser remitidos a un yo). Mediante la idea de mundo unificamos todos los fenómenos de la experiencia; la idea de mundo es la condición incondicionada de todos los fenómenos de la experiencia (es decir, todos los fenómenos de experiencia tienen lugar en el mundo). Mediante la idea de Dios unificamos la totalidad de los fenómenos psíquicos y de la experiencia en una única causa de la que dependen y por la que son explicados (Dios es la condición incondicionada de la existencia del alma y el mundo, su causa última).

Pero si bien las ideas trascendentales nos ayudan a unificar en el pensamiento la totalidad de los fenómenos, sean psíquicos o de la experiencia externa, sin embargo, al no poseer intuición ninguna de las realidades a las que refiere la unidad de los fenómenos (Dios, alma, mundo) esas ideas trascendentales no nos ofrecerán ningún conocimiento. Son conceptos puros, sin ningún contenido, que sólo sirven para unificar los conocimientos del entendimiento, pero que nos proporcionan ellos mismos conocimiento alguno.

La razón, sin embargo, entusiasmada por el avance del razonamiento, se cree capaz de alcanzar el conocimiento de esos principios últimos, incondicionados, de todo lo real; y cae en todo tipo de contradicciones: son las antinomias y paralogismos de la razón pura, que Kant analizará posteriormente desmontando todas las ilusiones metafísicas concebidas por la razón acerca de la posibilidad de su conocimiento.

La metafísica, pues, aunque posible como disposición natural es imposible como ciencia: para que haya conocimiento un contenido empírico tiene que ser subsumido bajo una categoría; pero de los objetos de la metafísica (Dios, mundo, y alma) no poseemos ningún contenido empírico. Son conceptos puros de la razón, ideas trascendentales.

Como resultado de la Estética Trascendental y de la Analítica Trascendental se sigue la distinción de todos los objetos en fenómenos y noúmenos. Por fenómeno entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los contenidos de la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del espacio y el tiempo, por lo que respecta a la sensibilidad, y a las categorías por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de conocimiento, para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Lo que sea esa realidad considerada "en sí misma", en cuanto noúmeno, es decir, independientemente de nuestro modo de conocerla, es algo que está fuera de nuestro alcance. Las categorías del entendimiento sólo se pueden aplicar a contenidos procedentes de la intuición sensible, (ya que no hay ningún tipo posible de intuición intelectual), sólo se pueden aplicar a objetos de una experiencia posible.

¿Qué ocurre, pues, con esas supuestas realidades que están más allá de la experiencia posible? ¿Qué ocurre con Dios, con el alma, con el mundo como totalidad, realidades sobre las que la metafísica ha pretendido siempre tener un conocimiento cierto y seguro? Los conceptos de la razón pura, en la medida en que no pueden ser aplicados a ninguna intuición empírica, son vacíos. Contienen solamente la función unificadora que es propia de los conceptos de la razón, pero no pueden ofrecernos ningún conocimiento. Ocurre con ellos lo mismo que ocurría con las categorías: en la medida en que pretenden prescindir de toda experiencia posible, pues, son incapaces de ofrecernos conocimiento alguno, ya que todas sus elaboraciones tienen lugar en el vacío. Por lo tanto, no tienen valor cognoscitivo. ¿Qué quiere decir con ello?

Las ideas trascendentales no nos ofrecen ningún conocimiento. Pero ello no significa que Kant no les conceda valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí tienen un uso regulativo: unifican los conocimientos del entendimiento. En su uso regulativo, las ideas trascendentales señalan, negativamente, los límites que el conocimiento no puede traspasar. Y positivamente impulsan al ser humano a seguir investigando, tratando de encontrar una mayor unificación y coherencia entre todos sus conocimientos.

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