DAVID HUME
El origen del conocimiento y sus clases
A diferencia del racionalismo, que afirmaba
que la razón era la fuente del conocimiento, el empirismo tomará la experiencia
como la fuente y el límite de nuestros conocimientos. Ello supondrá la crítica
del innatismo, es decir, la negación de que existan "ideas" o
contenidos mentales que no procedan de la experiencia. Cuando nacemos la mente
es una "tabula rasa" en la que no hay nada impreso. Todos sus
contenidos dependen, pues, de la experiencia. En el caso de Hume, como veremos
a continuación, la experiencia está constituida por un conjunto de impresiones,
cuya causa desconocemos y, estrictamente hablando, no debe identificarse con
"el mundo", con "las cosas".
Al igual que el racionalismo, el empirismo
tomará como punto de partida de la reflexión filosófica el análisis de la
conciencia; ante el fracaso de la filosofía antigua y de la filosofía medieval,
que habían tomado como referencia el mundo y Dios, respectivamente, la
filosofía moderna se caracteriza por tomar el sujeto como punto de partida de
la reflexión filosófica. Así, del mismo modo que Descartes, una vez descubierto
el "yo pienso", pasa a analizar el contenido del pensamiento, los empiristas
comenzarán sus indagaciones analizando los contenidos de la conciencia.
EL ANÁLISIS DEL
CONOCIMIENTO EN HUME
He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en
dos clases o especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o
vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o
ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la
mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era
necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámosnos,
pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones,
empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el
término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas:
cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. (Investigación, sec.2)
1.-Los
elementos del conocimiento.
Tanto en el Tratado como en la
"Investigación sobre el entendimiento humano" Hume comienza la
presentación de su filosofía con el análisis de los contenidos mentales. A
diferencia de Descartes, para quien todos los contenidos mentales eran
"ideas", Hume encuentra dos tipos distintos de contenidos: las
impresiones y las ideas. La diferencia que existe entre ambas es simplemente la
intensidad o vivacidad con que las percibimos, siendo las impresiones
contenidos mentales más intensos y las ideas contenidos mentales menos
intensos. Además, la relación que existe entre las impresiones y las ideas es
la misma que la del original a la copia: "o, para expresarme en un
lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son
copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas". Es decir, las
ideas derivan de las impresiones; las impresiones son, pues, los elementos
originarios del conocimiento; de esta relación entre las impresiones y las
ideas extraerá Hume el criterio de verdad: una proposición será verdadera si
las ideas que contiene corresponden a alguna impresión; y falsa sino hay tal
correspondencia. Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término
filosófico se emplea sin significado o idea alguna (como ocurre con demasiada
frecuencia), no tenemos más que preguntarnos de qué impresión se deriva la
supuesta idea, y si es imposible asignarle una; esto serviría para confirmar
nuestra sospecha. Las impresiones, por su parte, puede ser de dos tipos: de
sensación, y de reflexión. Las impresiones de sensación, cuya causa es
desconocida, las atribuimos a la acción de los sentidos, y son las que
percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc; las impresiones de
reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una idea, como
cuando sentimos aversión ante la idea de frío, y casos similares. Además, las
impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión
simple sería la percepción de un color, por ejemplo; una impresión compleja, la
percepción de una ciudad. Las ideas, a su vez, pueden clasificarse en simples y
complejas. Las ideas simples son la copia de una impresión simple, como la idea
de un color, por ejemplo. Las ideas complejas pueden ser la copia de
impresiones complejas, como la idea de la ciudad, o pueden ser elaboradas por
la mente a partir de otras ideas simples o complejas, mediante la operación de
mezclarlas o combinarlas según las leyes que regulan su propio funcionamiento.
2.-Las leyes
de la asociación de ideas.
Es evidente que hay un principio de conexión entre los distintos
pensamientos o ideas de la mente y que, al presentarse a la memoria o a la
imaginación, unos introducen a otros con un cierto grado de orden y
regularidad. La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos
dice Hume. Pero por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma
en que se produce esta combinación de ideas podremos observar cómo
"incluso en nuestras más locas y errantes fantasías, incluso en nuestros
mismos sueños", esa asociación se produce siempre siguiendo determinadas
leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio, y la de
causa o efecto.Cuando la mente se remonta de los objetos representados en una
pintura al original, lo hace siguiendo la ley de semejanza. Si alguien menciona
una habitación de un edificio difícilmente podremos evitar que nuestra mente se
pregunte por, o se represente, las habitaciones contiguas; del mismo modo, el
relato de un acontecimiento pasado nos llevará a preguntarnos por otros
acontecimientos de la época; en ambos casos está actuando la ley de asociación
por contigüidad: en el espacio, el primer caso; y en el tiempo, en el segundo
caso. El caso de pensar en un accidente difícilmente podremos evitar que venga
nuestra mente la pregunta por la causa, o por las consecuencias del mismo,
actuando en este caso la ley de la causa y el efecto. Según Hume, pues, son
estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de ideas, de
tal modo que todas las creaciones de la imaginación, por delirantes que puedan
parecernos, y las sencillas o profundas elaboraciones intelectuales, por
razonables que sean, les están inevitablemente sometidas.
3.-Los tipos
de conocimiento.
En la sección cuarta de la
"Investigación sobre el entendimiento humano", que lleva por título
"dudas escépticas acerca de las operaciones del entendimiento" se
plantea Hume la cuestión de determinar cuáles son las formas posibles de
conocimiento. Siguiendo la distinción que había hecho Leibniz entre verdades de
razón y verdades de hecho, Hume nos dirá que todos los objetos de la razón e investigación
humana puede dividirse en dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de
hecho. Los objetos de la razón pertenecientes al primer grupo son "las
ciencias de la Geometría, Álgebra y Aritmética y, en resumen, toda afirmación
que sea intuitiva o demostrativamente cierta". La característica de estos
objetos es que pueden ser conocidos independientemente de lo que exista
"en cualquier parte del universo". Dependen exclusivamente de la
actividad de la razón, ya que una proposición como "el cuadrado de la hipotenusa
es igual al cuadrado de los dos lados de un triángulo rectángulo" expresa
simplemente una determinada relación que existe entre los lados del triángulo,
independientemente de que exista o no exista un triángulo en el mundo. De ahí
que Hume afirme que las verdades demostradas por Euclides conservarán siempre
su certeza. Las proposiciones de este tipo expresa simplemente relaciones entre
ideas, de tal modo que el principio de contradicción sería la guía para
determinar su verdad o falsedad. El segundo tipo de objetos de la razón, las
cuestiones de hecho, no pueden ser investigadas de la misma manera, ya que lo
contrario de un hecho es, en principio, siempre posible. No hay ninguna
contradicción, dice Hume, en la proposición "el sol no saldrá mañana",
ni es menos inteligible que la proposición "el sol saldrá mañana". No
podríamos demostrar su falsedad recurriendo al principio de contradicción. ¿A
qué debemos recurrir, pues, para determinar si una cuestión de hecho es
verdadera o falsa? Todas los razonamientos sobre cuestiones de hechos parece
estar fundados, nos dice, en la relación de causa y efecto. Si estamos
convencidos de que un hecho ha de producirse de una determinada manera, es
porque la experiencia nos lo ha presentado siempre asociado a otro hecho que le
precede o que le sigue, como su causa o efecto. Si oímos una voz en la
oscuridad, estamos seguros de la presencia de una persona: no porque hayamos
alcanzado tal seguridad mediante un razonamiento a priori, sino que "surge
enteramente de la experiencia, cuando encontramos que objetos particulares
cualesquiera están constantemente unidos entre sí". Las causas y efectos,
por lo tanto, no puede ser descubiertas por la razón, sino sólo por
experiencia. Podemos hablar, pues, de dos tipos de conocimiento en Hume: el
conocimiento de relaciones de ideas y el conocimiento de hechos. En el primer
caso el conocimiento depende de las operaciones de entendimiento reguladas por
el principio de contradicción; en el segundo caso las operaciones del
entendimiento están reguladas necesariamente por la experiencia, ya que al
depender de la ley de asociación de la causa y el efecto, siendo una distinta
del otro, no hay razonamiento a priori posible que nos permita deducir una a
partir del otro, y viceversa: Cuando razonamos a priori y consideramos
meramente un objeto o causa, tal como aparece a la mente, independientemente de
cualquier observación, nunca puede sugerirnos la noción de un objeto distinto,
como lo es su efecto, ni mucho menos mostrarnos una conexión inseparable e
inviolable entre ellos. Un hombre ha de ser muy sagaz para descubrir mediante
razonamiento, que el cristal es el efecto del calor, y el hielo del frío, sin
conocer previamente la conexión entre estos estados.Por lo general, se tiende a
pensar que el empirismo supone la aceptación de la existencia de objetos
externos al sujeto, "las cosas", que son la causa de todas mis
impresiones y, por lo tanto, de todos mis conocimientos. Esta interpretación
del empirismo puede ser aceptada, siguiendo a Hume, siempre que se tenga en
cuenta que ello significa una concesión al "sentido común", una
"creencia razonable", pero que no se puede demostrar que los
supuestos objetos externos sean la causa de mis impresiones. El conocimiento de
hechos se funda en la experiencia, pero ¿en qué se funda la experiencia? ¿hay
alguna forma de justificar la regularidad que suponemos en la experiencia, sin
caer en una petición de principio?. Son esas las dudas escépticas a que se
refiere el título de la sección IV, que se verán ampliadas y reforzadas por la
crítica de la idea de conexión necesaria entre la causa y el efecto que nos
ofrecerá Hume en la sección VII de la Investigación.
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