KANT El análisis del conocimiento en la Crítica de
la Razón Pura 
La revolución copernicana
de Kant
Si la necesidad y universalidad de nuestros
conocimientos no puede proceder de la experiencia, el conocimiento no podrá
explicarse como una adecuación del espíritu, del sujeto, a los objetos, tal
como habían supuesto los filósofos hasta entonces. Por el contrario, hemos de
suponer que son los objetos quienes tienen que adecuarse a nuestro
conocimiento. En esta inversión del papel que juegan el sujeto y el objeto en
el conocimiento radica la llamada "revolución copernicana" de Kant .
El entendimiento no es una facultad pasiva, que se limite a recoger los datos
procedentes de los objetos, sino que es pura actividad, configuradora de la
realidad.
Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los
objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con
vistas a establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos
-algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaban en el fracaso.
Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica
suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que
concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de
dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes
de que nos sean dados. Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de
Copérnico. Este, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si
aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador,
probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando
las estrellas en reposo.
Si el entendimiento está sometido a ciertas
categorías que determinan a los objetos, entonces podemos saber a priori que no
ocurrirá nada en el campo de la experiencia humana que no esté sometido a tales
categorías. En consecuencia, el sujeto adquiere un papel configurador de la
realidad, en lugar de ser el mero receptor pasivo de una supuesta realidad
objetiva a la que se debe someter.
¿Cuáles son las condiciones que posibilitan
la determinación de los objetos por el sujeto? Kant las estudiará en la
Estética Trascendental y en la Analítica Trascendental.
1.- La sensibilidad y el
entendimiento.
A diferencia de lo que habían afirmado los
racionalistas y los empiristas, quienes concebían una sola fuente del
conocimiento, la razón o la experiencia, respectivamente, para Kant el
conocimiento es el resultado de la colaboración entre ambas: por la
sensibilidad recibimos los objetos, por el entendimiento los pensamos.
Los objetos nos vienen, pues, dados mediante la sensibilidad y ella es
la única que nos suministra intuiciones. Por medio del entendimiento, los
objetos son, en cambio, pensados y de él proceden los conceptos.
Ahora bien, como veremos a continuación, Kant
a afirmará que existen tanto en la sensibilidad como en el entendimiento unas
formas trascendentales, que no dependen de la experiencia, y que son a priori,
por lo tanto, que actuarán como un "molde" al que se tienen que
someter los datos recibidos por la sensibilidad y los conceptos formados por el
entendimiento. En consecuencia, tanto la sensibilidad como el entendimiento
adquieren, aunque a distinto nivel, un papel configurador de la realidad.
2.- La sensibilidad.
(Estética Trascendental).
Por sensibilidad entiende Kant la capacidad de
recibir representaciones, al ser el sujeto afectado por los objetos. Esta
capacidad es meramente receptiva.
El modo mediante el cual el conocimiento se
refiere inmediatamente a un objeto es llamado por Kant intuición; y el efecto
que produce un objeto sobre nuestra capacidad de representación sensible es
llamado por Kant sensación; en el caso, pues, de la sensibilidad, esa
referencia inmediata a un objeto es llamada intuición sensible o empírica. Y el
objeto indeterminado de una intuición empírica, lo que supuestamente la causa,
es llamado fenómeno.
En el fenómeno podemos distinguir una materia
y una forma. La materia del fenómeno es lo que dentro del mismo corresponde a
la sensación. Y la forma "aquello que hace que lo diverso del mismo pueda ser ordenado en
ciertas relaciones". Con esto Kant nos quiere
decir que las sensaciones no pueden ser ordenadas por algo que sea, a su vez
una sensación: y si la materia de la sensación procede de la experiencia, es a
posteriori , lo que ordena las sensaciones, la forma, ha de ser algo distinto,
por lo que no puede proceder de la experiencia, y ha de ser, por lo tanto, a
priori.
Ahora bien, si analizamos el contenido de
cualquier conocimiento, despojándolo de todo elemento procedente del
entendimiento, a fin de quedarnos sólo con el conocimiento sensible; y una vez
hecho esto analizamos ese conocimiento sensible, despojándolo de todo elemento
perteneciente a la sensación, nos quedaremos sólo con la forma del conocimiento
sensible. Tendremos entonces la forma pura de la sensibilidad.
En el caso de los objetos que nos
representamos como exteriores a nosotros, como una mesa o una casa, por
ejemplo, podemos prescindir de cualquier representación sensible (tamaño,
forma, color) pero no podemos prescindir de representárnoslo como algo en el
espacio. De modo similar, por lo que respecta a la intuición de los estados
internos del sujeto podemos prescindir de todas sus características excepto de
representárnoslos en relaciones de tiempo. ¿Qué son el espacio y el tiempo?
El espacio no puede ser una cosa, ya que las
cosas existen en el espacio; si lo consideramos como una cosa tendríamos que
concebir otro espacio que lo contuviese, y así indefinidamente, lo que resulta
absurdo. El espacio tampoco puede ser un concepto empírico, dado que para
representarme un objeto debo presuponer de antemano el espacio; por lo tanto,
el espacio no puede proceder de la experiencia, sino que la precede. Si no
procede de la experiencia ha de ser una representación a priori, independiente
de la experiencia.
Tampoco puede ser un concepto discursivo, ya
que es único: no hay una multiplicidad de espacios que puedan ser representados
mediante un concepto, del mismo modo que representamos la multiplicidad de
mesas bajo el concepto mesa. Si no es una cosa, ni un concepto empírico ni
discursivo, el espacio sólo puede ser una intuición pura, una forma a priori de
la sensibilidad, una condición de posibilidad de los fenómenos, la de todos los
fenómenos de los sentidos externos.
Lo mismo ocurre con el tiempo: no puede ser
un concepto empírico ni discursivo, y precede a toda experiencia del sentido
interno, por lo que ha de ser necesariamente una intuición pura y a priori, la
condición de posibilidad de todas las representaciones que se pueden dar en el
sentido interno.
Espacio y tiempo son, pues, formas puras a
priori de la sensibilidad. Con la afirmación de que son formas puras,
intuiciones puras, Kant quiere decir que no son conceptos y que no tienen
ningún contenido empírico. Con la afirmación de que son a priori quiere decir
que son independientes de la experiencia y que, en cierto sentido, la preceden,
la hacen posible. Son las condiciones trascendentales de la sensibilidad.
Estamos en condiciones, pues, de explicar
cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en matemáticas. Las
matemáticas, nos dice Kant, tratan de las determinaciones del espacio y del
tiempo, en la geometría y en la aritmética, respectivamente. Lo que hace la
geometría es analizar las propiedades del espacio, que es lo que hace la aritmética
con respecto al tiempo. Ahora bien, dado que el espacio y el tiempo son las
condiciones en las que ha de darse todo fenómeno, las propiedades del espacio y
del tiempo han de transmitirse necesariamente a todo fenómeno que pueda darse
en ellos, (del mismo modo que el molde de la magdalena imprime su forma a la
masa vertida en él, utilizando una burda comparación).
De este modo, todos los conocimientos de las
matemáticas han de ser universales y necesarios, puesto que todos los fenómenos
han de darse necesariamente en el espacio y en el tiempo. De esta forma son
posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas, es decir juicios
que aumentan mi conocimiento y que sin embargo son independientes de la
experiencia y, por ello, universales y necesarios.
3.- El Entendimiento. (La
analítica trascendental).
Como hemos visto anteriormente, la
sensibilidad es la fuente de todas nuestras intuiciones. Si prescindimos de la
sensibilidad, dice Kant, no podemos tener intuición alguna. El entendimiento no
es una facultad que nos permita intuir, es decir, establecer una relación
directa con un objeto; y dado que no hay otra forma de conocer, fuera de la
intuición, que la conceptual, resulta que el entendimiento es un conocimiento
conceptual, discursivo. La sensibilidad suministra las intuiciones del
conocimiento; el entendimiento suministrará los conceptos.
Las intuiciones sensibles, si no son pensadas
a través de un concepto, (subsumidas en un concepto, dice Kant), no nos
ofrecerían conocimiento alguno: equivaldrían a un torrente inconexo de
sensaciones. Los conceptos, por su parte, si no se remiten a una intuición
sensible, nos ofrecerían un conocimiento vacío de contenidos. "Las
intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos".
El entendimiento es la facultad de pensar y,
como tal, pura actividad, frente a la receptividad de la sensibilidad. Esa
actividad se identifica con la formación de conceptos, es decir, con la
creación de formas bajo las cuales se pueden ordenar diversas representaciones
bajo una sola común a todas ellas. Así, mientras que la sensibilidad suministra
las intuiciones sensibles, el entendimiento piensa bajo conceptos esas
intuiciones, unificando bajo el concepto la diversidad ofrecida por la
sensibilidad. Cuando decimos que esto es una casa, o una mesa, lo que ocurre es
que bajo el concepto "casa" o "mesa" el entendimiento ha
unificado una pluralidad de elementos procedentes de la sensibilidad bajo
dichos conceptos, y esa conjunción de los elementos sensibles y los
conceptuales es lo que produce el conocimiento.Si realizamos con el
entendimiento la misma operación que hemos realizado con la sensibilidad, es
decir, separar la materia de la forma, podremos distinguir dos tipos de
conceptos: los conceptos empíricos y los conceptos puros o categorías. Los
primeros son el resultado de generalizaciones tomadas de la experiencia, como
los ya citados de "casa" o "mesa". Los segundos no dependen
en absoluto de la experiencia: son a priori, y son puestos directamente por el entendimiento,
al modo del espacio y el tiempo en la sensibilidad. Son las estructuras a
partir de las cuales se generan los conceptos empíricos y podemos, por lo
tanto, formular juicios.¿Cómo podremos determinar cuáles son esas categorías o
conceptos puros del entendimiento?. Pensar equivale a formular juicios, por lo
que todos los actos del entendimiento pueden ser, pues, reducidos a juicios.
Ahora bien, si determinamos cuáles son las formas del juicio, podremos
identificar cuáles son las funciones de unidad que operan en los mismos, que no
serán otras que las categorías. A esta operación la llamará Kant deducción
trascendental de las categorías.Kant, siguiendo la lógica aristotélica, pero
haciendo abstracción del contenido de un juicio y atendiendo tan sólo a su
forma, cree que todos los juicios pueden reducirse a los cuatro tipos
siguientes, cada uno con tres posibilidades:
Atendiendo a la cantidad: universales, particulares y singulares.
Atendiendo a la cualidad: afirmativos, negativos e infinitos.
Atendiendo a la relación: categóricos, hipotéticos y disyuntivos.
Atendiendo a la modalidad: problemáticos, asertóricos y apodícticos.
Si las categorías representan funciones a
priori o trascendentales de unidad en los juicios, a cada forma de juicio ha de
corresponderle una categoría, estableciendo Kant la siguiente correspondencia:
Correspondencia
entre las funciones de unidad, las clases de juicios y las categorías
|
En función de la:
|
Clases de Juicios
|
Tabla de las Categorías
|
Cantidad
|
Universales
|
Unidad
|
Particulares
|
Pluralidad
|
Singulares
|
Totalidad
|
Cualidad
|
Afirmativos
|
Relación
|
Negativos
|
Negación
|
Infinitos
|
Limitación
|
Relación
|
Categóricos
|
Inherencia y subsistencia (sustancia y
accidente)
|
Hipotéticos
|
Causalidad y dependencia (causa y efecto)
|
Disyuntivos
|
Comunidad (acción recíproca)
|
Modalidad
|
Problemáticos
|
Posibilidad - imposibilidad
|
Asertóricos
|
Existencia - no existencia
|
Apodícticos
|
Necesidad - contingencia
|
Hay, pues, doce categorías que corresponden a
otras tantas formas de juicio. Tales categorías, en la medida en que son las
formas a priori o trascendentales del entendimiento, los "moldes" a
través de los cuales se forman los conceptos empíricos, sólo tienen validez
aplicadas a las intuiciones suministrados por la sensibilidad.
En sí mismas no proporcionan ningún
conocimiento, sino simplemente la forma trascendental, a priori, de todo
conocimiento. Si el entendimiento limitase su acción a la producción de
conceptos a partir de las categorías, sin aplicar esos conceptos a los contenidos
que suministra la sensibilidad, tales conceptos estarían vacíos y no nos
proporcionarían ningún conocimiento.
Pero, además, eso supone que no hay
posibilidad de conocer ningún objeto si no se somete a la acción de las
categorías, por lo que, del mismo modo que la sensibilidad impone al objeto las
estructuras trascendentales del espacio y el tiempo, el entendimiento impone al
objeto las formas trascendentales del entendimiento o categorías. En
consecuencia, no podremos conocer nunca los objetos tal como son en sí mismos,
es decir, como noúmenos, sino solamente tal como se presentan a nosotros a
través de esas estructuras trascendentales de la sensibilidad y del
entendimiento es decir, como fenómenos.
Estamos ahora en condiciones, pues, de
comprender cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las ciencias
naturales. Recordemos el ejemplo que nos ponía Kant: "todo cambio ha de
tener una causa". Es un juicio sintético, ya que la noción de cambio no
incluye la de causa; y es un juicio a priori, independiente de la experiencia,
y por lo tanto universal y necesario, porque se funda en la categoría de
causalidad y dependencia (causa y efecto).
Dado que las categorías unifican en última
instancia toda la diversidad de la realidad "fenoménica", no hay nada
en ella que no dependa directamente de las categorías. Cuando descubrimos en la
realidad una ley o una regla universal buscamos en esa realidad su causa, sin
darnos cuenta de que esa regularidad se encuentra en la realidad porque la
hemos puesto nosotros, al configurar la realidad a través de las categorías.
La posibilidad de la metafísica. (La dialéctica trascendental).
Hemos visto que las matemáticas y la física
pueda formular juicios sintéticos a priori y, por ello, alcanzar un
conocimiento universal y necesario, un conocimiento científico. ¿Puede la
metafísica formular tales tipos de juicios sintéticos a priori, y llegar a ser,
por ello, una ciencia? En la dialéctica trascendental Kant, a la luz de los
resultados obtenidos, analizará esta cuestión, estudiando las características
de la razón que, en su actividad pura, es la que pretende alcanzar tal
conocimiento.
Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de éstos al
entendimiento y termina en la razón. No hay en nosotros nada superior a ésta
para elaborar la materia de la intuición y someterla a la suprema unidad de
pensar.
El entendimiento es la capacidad de juzgar,
es decir, de atribuir un predicado a un sujeto mediante la formulación de un
juicio. Tomando como referencia las formas del juicio Kant dedujo las doce
categorías o formas trascendentales a priori del entendimiento. La razón es la
capacidad suprema de pensar y como tal elabora razonamientos, es decir,
inferencias o silogismos relacionando juicios. Si analizamos las formas del silogismo
podremos deducir los conceptos a priori de la razón:
La forma de los juicios (convertida en un concepto de la síntesis de las
intuiciones) originó categorías que dirigen todo uso de entendimiento en la
experiencia. Igualmente, podemos esperar que, si aplicamos la forma de los
silogismos a la unidad sintética de las intuiciones, bajo la guía de las
categorías, tal forma contendrá el origen de especiales conceptos a priori que
podemos denominar conceptos puros de la razón o ideas trascendentales, las
cuales determinarán, de acuerdo con principios, el uso de entendimiento en la
experiencia tomado en su conjunto.
El
razonamiento consiste, pues, en enlazar juicios mediante la formulación de
silogismos. Con estos silogismos la razón busca la construcción de juicios cada
vez más generales, en busca de principios o leyes que abarquen el mayor número
posible de fenómenos. Esta búsqueda de los principios últimos bajo los cuales
se pueda comprender toda la realidad es llamada por Kant la búsqueda de lo
incondicionado, ya que se supone que ese principio último es la condición de
todos los fenómenos y, a su vez, no depende de ninguna otra causa, es decir, de
ninguna otra condición. A estos conceptos puros a priori de la razón, les
llamará Kant ideas trascendentales.
Analizando,
pues, las formas de los silogismos, concluye que hay tres ideas
trascendentales: alma, mundo y Dios. Mediante la idea de alma, dice Kant,
unificamos todos los fenómenos del psiquismo; es la condición incondicionada de
todos los fenómenos psíquicos (es decir , todos los fenómenos que tienen lugar
en mi psiquismo han de ser remitidos a un yo). Mediante la idea de mundo
unificamos todos los fenómenos de la experiencia; la idea de mundo es la
condición incondicionada de todos los fenómenos de la experiencia (es decir,
todos los fenómenos de experiencia tienen lugar en el mundo). Mediante la idea
de Dios unificamos la totalidad de los fenómenos psíquicos y de la experiencia
en una única causa de la que dependen y por la que son explicados (Dios es la
condición incondicionada de la existencia del alma y el mundo, su causa
última).
Pero
si bien las ideas trascendentales nos ayudan a unificar en el pensamiento la
totalidad de los fenómenos, sean psíquicos o de la experiencia externa, sin
embargo, al no poseer intuición ninguna de las realidades a las que refiere la
unidad de los fenómenos (Dios, alma, mundo) esas ideas trascendentales no nos
ofrecerán ningún conocimiento. Son conceptos puros, sin ningún contenido, que
sólo sirven para unificar los conocimientos del entendimiento, pero que nos
proporcionan ellos mismos conocimiento alguno.
La
razón, sin embargo, entusiasmada por el avance del razonamiento, se cree capaz
de alcanzar el conocimiento de esos principios últimos, incondicionados, de
todo lo real; y cae en todo tipo de contradicciones: son las antinomias y
paralogismos de la razón pura, que Kant analizará posteriormente desmontando
todas las ilusiones metafísicas concebidas por la razón acerca de la
posibilidad de su conocimiento.
La
metafísica, pues, aunque posible como disposición natural es imposible como
ciencia: para que haya conocimiento un contenido empírico tiene que ser
subsumido bajo una categoría; pero de los objetos de la metafísica (Dios,
mundo, y alma) no poseemos ningún contenido empírico. Son conceptos puros de la
razón, ideas trascendentales.
Como
resultado de la Estética Trascendental y de la Analítica Trascendental se sigue
la distinción de todos los objetos en fenómenos y noúmenos. Por fenómeno
entiende Kant el objeto tal como es percibido por nosotros una vez que los
contenidos de la sensación han sido sometidos a las formas trascendentales del
espacio y el tiempo, por lo que respecta a la sensibilidad, y a las categorías
por lo que respecta al entendimiento. La única forma posible de conocimiento,
para nosotros, es el conocimiento de la realidad como fenómeno. Lo que sea esa
realidad considerada "en sí misma", en cuanto noúmeno, es decir,
independientemente de nuestro modo de conocerla, es algo que está fuera de nuestro
alcance. Las categorías del entendimiento sólo se pueden aplicar a contenidos
procedentes de la intuición sensible, (ya que no hay ningún tipo posible de
intuición intelectual), sólo se pueden aplicar a objetos de una experiencia
posible.
¿Qué
ocurre, pues, con esas supuestas realidades que están más allá de la
experiencia posible? ¿Qué ocurre con Dios, con el alma, con el mundo como
totalidad, realidades sobre las que la metafísica ha pretendido siempre tener
un conocimiento cierto y seguro? Los conceptos de la razón pura, en la medida
en que no pueden ser aplicados a ninguna intuición empírica, son vacíos.
Contienen solamente la función unificadora que es propia de los conceptos de la
razón, pero no pueden ofrecernos ningún conocimiento. Ocurre con ellos lo mismo
que ocurría con las categorías: en la medida en que pretenden prescindir de
toda experiencia posible, pues, son incapaces de ofrecernos conocimiento
alguno, ya que todas sus elaboraciones tienen lugar en el vacío. Por lo tanto,
no tienen valor cognoscitivo. ¿Qué quiere decir con ello?
Las
ideas trascendentales no nos ofrecen ningún conocimiento. Pero ello no
significa que Kant no les conceda valor. No tienen un uso cognoscitivo, pero sí
tienen un uso
regulativo: unifican los conocimientos del entendimiento. En
su uso regulativo, las ideas trascendentales señalan, negativamente, los
límites que el conocimiento no puede traspasar. Y positivamente impulsan al ser
humano a seguir investigando, tratando de encontrar una mayor unificación y
coherencia entre todos sus conocimientos.
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